miércoles, 29 de octubre de 2025

Educación de miras altas

Acaba de ser publicada (con una traducción de trabajo en castellano) la Carta apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza, de León XIV (27-X-2025), con ocasión del LX aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis. 

Como invitación a la lectura del documento, señalamos sus claves.

La educación es el “tejido mismo” de la evangelización. Es una “obra coral” de la entera comunidad educativa. En nuestro mundo complejo, la educación de inspiración cristiana, con su propia identidad, es tanto o más necesaria que en la época del Vaticano II, como brújula (en la estela de la declaración Gravissimum educationis) para navegar en la nueva urgencia educativa (causada por las guerras, las migraciones, las desigualdades y las diversas formas de pobreza), como una de las expresiones más altas de la caridad cristiana y una forma de esperanza: tarea de amor y de reconstruir la confianza.


La tradición educativa de los cristianos

La tradición educativa de los cristianos tiene una historia larga, dinámica y viva. Hoy también debe renovarse (innovación) sobre el centro de la persona, y con el presupuesto de la relación entre fe y razón, sin olvidar los aspectos afectivos y sociales, pues la verdad se busca en comunidad. Es fundamental la escucha de las preguntas y el diálogo.

La pedagogía católica presupone una visión antropológica integral con visión cristiana (antropología cristiana: un humanismo integral que incluye la responsabilidad social, la contemplación espiritual y también de la belleza creada, promoviendo estilos de vida sostenibles); supera, por tanto, visiones funcionalistas y utilitaristas, excesivamente dependientes del mercado laboral y de las finanzas; pide el discernimiento de las situaciones de las personas y sus circunstancias y promueve la fraternidad entre los pueblos

Para educar en la relación entre fe, cultura y vida, en colaboración con las familias (los padres y madres son los primeros educadores, y el Estado debe respetar el principio de subsidiaridad), es necesario el testimonio cristiano de los profesores, así como su formación permanente en sus distintos aspectos (científico, pedagógico, cultural y espiritual).

Desde el punto de vista de las instituciones educativas (hoy se requiere una mayor generosidad y altura de miras, al servicio de la sociedad y de la misión cristiana), se pide crecer en colaboración entre los distintos carismas educativos, con creatividad y espíritu de servicio, incluyendo el discernimiento de la tecnología, y dando la primacía a la maduración de la persona. En síntesis: calidad (en la planificación pedagógica, en la formación de los docentes y en la gobernanza) y valentía (para garantizar el acceso a los más pobres y apoyar a las familias frágiles).

Propone retomar (y ampliar) las prioridades del “Pacto Educativo Global” que lanzó el Papa Francisco, ampliando los 7 objetivos con otros tres, referentes a la vida interior, la digitalidad humana y la educación para la paz.

Los objetivos del Pacto Educativo Global

"Sus siete caminos siguen siendo nuestra base: poner a la persona en el centro; escuchar a los niños y jóvenes; promover la dignidad y la plena participación de las mujeres; reconocer a la familia como primera educadora; abrirse a la acogida y la inclusión; renovar la economía y la política al servicio del ser humano; cuidar la casa común" (10.1)

"A las siete vías añado tres prioridades. La primera se refiere a la vida interior: los jóvenes piden profundidad; necesitan espacios de silencio, discernimiento, diálogo con la conciencia y con Dios. La segunda se refiere a lo digital humano: formemos en el uso sabio de las tecnologías y la IA, colocando a la persona antes que el algoritmo y armonizando las inteligencias técnica, emocional, social, espiritual y ecológica. La tercera se refiere a la paz desarmada y desarmante: educamos en lenguajes no violentos, en la reconciliación, en puentes y no en muros" (10.3).


domingo, 26 de octubre de 2025

Sinodalidad y esperanza



El jubileo de los equipos sinodales y organismos de participación ha convocado a los representantes de la implementación de la sinodalidad en los distintos continentes y grandes regiones donde la Iglesia camina en el mundo. El sábado 25 de octubre León XIV mantuvo un encuentro con estos equipos sinodales. Intervino un representante de cada continente o gran región del mundo y cada uno formuló una pregunta al Papa. A continuación el Papa fue respondiendo a cada pregunta en el marco de las orientaciones que consideró conveniente. El encuentro, transmitido en directo, fue muy ilustrativo del camino que se está recorriendo tras el Documento final del sínodo culminado en 2024, con evidentes diferencias de acentos y sensibilidades, pero con un común deseo de unidad para la misión, en torno al sucesor de Pedro y a los obispos.

El domingo 26 la homilía de León XIV fue particularmente representativa de las enseñanzas de su pontificado al menos hasta ahora. Desarrolló el sentido de la sinodalidad a partir de la humildad, como pedía el Evangelio del día (parábola del fariseo y del publicano).


El camino sinodal en África, Oceanía, Norteamérica y Oriente Medio

En el encuentro del sabado día 25, el representante de África expuso el intenso trabajo que está teniendo lugar en ese continente en lo que se refiere a la formación y acompañamiento para la participación en la sinodalidad, con un particular sentido de familia y en apertura al diálogo interreligioso y al logro de la paz. Preguntó cómo puede la Iglesia seguir ayudando en esta línea, respetando los principios de la sinodalidad.

(Como no existe publicado ningún texto del encuentro, ni lo que dijeron los que intervinieron ni lo que dijo el Papa será aquí recogido de modo literal).

León XIV respondió subrayando que la primera mision es anunciar a Cristo y a la vez tender puentes de diálogo con las culturas y las religiones, concretamente el Islam, y promover la paz, contando con los jóvenes y las. familias. La sinodalidad –señaló– no es una campaña, ni impone un único modelo para todos los lugares, sino que es un modo de ser que promueve una actiud fundamental de escucha.

La representante de Oceanía manifestó el interés, en su continente, por mejorar la formación, el discernimiento y la participación, avanzando en unidad y diversidad (de culturas y de ritmos, de modelos de trabajo y alcance de la inclusión). Preguntó si el papel de las agrupaciones de Iglesias (conferencias episcopales, provincias eclesiásticas, conferencias continentales, etc.) seguirá creciendo como expresión de comunión en la Iglesia.

Leon XIV contestó afirmativamente. Puso el ejemplo del dialogo en torno a temas importantes y comunes en torno a la pobreza, la injusticia, el cambio climático, etc., como impulsó el Papa Francisco especialmente desde la encíclica Laudato si’: es un signo de la respuesta de la Iglesia y de todos nosotros, que debemos ser valientes y levantar nuestra voz para mejorar el mundo.

A continuación, el representante de Canadá y Estados Unidos expuso el contexto del continente norteamericano, donde se desean desarrollar estructuras de comunicación eclesial particularmente con México y el mundo latino; también la necesidad de la formación de todos para avanzar con confianza en el camino sinodal, mediante la conversión. Preguntó cómo superar los miedos, por parte de algunos pastores, de que la sinodalidad disminuya la autoridad en la Iglesia y cómo promover mejor la confianza y la responsabilidad en la misión.

León XIV respondió animando a la escucha y al diálogo, a pesar de las diferencias de ritmos y escala de avance que observamos en los distintos continentes. Respecto a la pregunta concreta contestó que a menudo las resistencias vienen por miedo o por falta de conocimiento o de comprensión. Es necesario dar importancia a la formación a todos los niveles, y a la escucha con paciencia. Hemos de encontrar modos concretos para discernir cómo superar esas resistencias. Y –lo que va de acuerdo con la cultura americana–, conviene desarrollar las estructuras diocesanas, para que sean más inclusivas.

Llegó el turno del Oriente Medio (esperan al Papa en Líbano). Su representante expuso las iniciativas que han tenido lugar en esa zona, acerca de la formación sobre la sinodalidad y el método de la conversación en el Espíritu, poniéndolo en el centro de la formación permanente (para obispos, sacerdotes y agentes pastorales, escuelas y universidades católicas) y desarrollando los principales aspectos de la misión. La cuestión aquí –dijo– es seguir testimoniando la misión en la tierra natal de Jesús, para vencer el odio y la violencia con el amor y el perdón.

La pregunta fue cuáles son, para avanzar en ese camino, los cambios urgentes y las conversiones fundamentales que necesitamos promover, comenzando a nivel parroquial, diocesano, etc., así como en todas las demás comunidades y estructuras eclesiales.

El Papa consideró que Oriente Medio es especialmente un lugar que requiere ser cuidado con signos de esperanza, contando con el entusiasmo de tantos cristianos. Hay que entender las muchas diferencias que existen entre las Iglesias latinas, orientales, etc., de ahí la necesidad del respeto y escucha recíproca. La formación a todos los niveles –insistió– forma parte de la respuesta, para participar en el camino de la Iglesia a partir de la oración y de la vida espiritual, individual y comunitaria: “rezar mucho”, dijo, para poder discernir cómo ser testigos del Señor y promotores de la reconciliación y la paz entre los pueblos. 


América Latina y el Caribe, Europa y Asia

Tras un breve descanso animado por música, siguió el encuentro con la intervención del representante de América Latina y el Caribe. Tras enumerar las principales iniciativas que se vienen impulsando desde hace tiempo, ya desde antes del Sínodo, destacó el camino que condujo a celebrar la primera Asamblea Eclesial. El CELAM (que viene trabajando en esta línea desde el Concilio Vaticano II y ha llevado adelante con fruto las distintas Conferencias a nivel del “continente” latinoamericano) ha seguido promoviendo, a través de múltiples encuentros y publicaciones, la sensibilidad y la participación sinodal.

La pregunta esta vez es cómo promover, desde el proceso de la sinodalidad, en nuestras sociedades, la justicia, la inclusión y la paz.

Al responder a esa pregunta, tras agradecer tantas cosas que todos hemos aprendido de América Latina, el Papa precisó que él se sentía inspirado no tanto por un “proceso” sino por “las personas que vivan entusiasmo en la fe”. Señaló la importancia de la conversión, de una auténtica espiritualidad que arranca de la escucha del Espíritu Santo y la comparte con otros para ser discípulos misioneros fieles en el camino, constructores de paz y de comunión

La representante del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, abordó la crisis de nuestras sociedades secularizadas. Sabemos –explicó– que hay situaciones muy diferentes y es necesario conocerse mejor y superar las imágenes distorsionadas que podemos tener, con muchas riquezas espirituales como hay, concretamente, en las relaciones con las Iglesias ortodoxas. Subrayó la necesidad de participación de las mujeres, que en algunos lugares se encuentra con miedos, resistencias o escepticismo. En el espacio de langua alemana se han generado formas sofisticadas de participación laical. Con todo, la sinodalidad en Europa sigue siendo un acto de valentía y de confianza, para hacer de la Iglesia un lugar de esperanza. La pregunta sería qué esperanzas pueden alimentar las mujeres en el contexto sinodal y si hay lugar real para igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia.

El Papa relató algunas experiencias personales en las que subrayó los muchos dones que las mujeres pueden ofrecer en la vida familiar y parroquial y también las comunidades religiosas. Dijo que dejando de lado los temas más difíciles que se siguen estudiando, el problema son los obstáculos culturales, porque no todos quieren impedir el papel de las mujeres. Pero hay culturas donde la mujer sufre como si fuera una ciudadana de segunda, y por eso hemos de promover juntos los derechos de todos y de todas, cada uno en base a su vocación. La realidad es que culturalmente no todos los países están al nivel de Europa o Estados Unidos, y por eso no podemos suponer que las mujeres son respetadas. Lamentablemente la fe está más impregnada por la cultura y menos por los valores evangélicos. Y todos nosotros debemos ser una fuerza y una inspiración para que se reflexione sobre las diferencias existentes no solo entre hombre y mujer, sino también entre clases y rangos sociales, y a veces nos sentimos impotentes ante esto. Así que queda mucho por hacer, esperando que poco a poco puedan darse cambios en estas culturas, para que se puedan respetar y valorar los carismas de cada persona.

Llegó finalmente el turno de Asia, con su pluralismo religioso y complejidad sociocultural, tal como puso de relieve el representante de la Federación de las conferencias episcopales en Asia. Tras señalar en puntos concretos el impacto positivo de la sinodalidad y los muchos desafíos que se han detectado hasta ahora en ese continente, preguntó qué mensaje deseaba compartir el Papa para favorecer la conversión sinodal.

El Papa agradeció, como en las intervenciones anteriores, los trabajos, las aportaciones y observaciones. Destacó que el diálogo es esencial para una convivencia pacífica. En general, excepto Filipinas, los cristianos están en minoria y les resulta difícil vivir la fe. A favor juega el sentido del misterio y de lo sagrado como parte de muchas religiones de Asia, que facilita el diálogo interreligioso (no solo en Asia). Por ello cuando hablamos del “Espíritu” de la sinodalidad o del conversión en el Espíritu, hay un elemento contemplativo que podemos aprender de Asia y del Oriente. Los muchos desafíos los tenemos que integrar en una visión más grande, también aspirando a una mayor justicia e igualdad, y compartir lo que unas Iglesias tienen para otras. 


La Iglesia: un pueblo de hijos amados

La homilía de León XIV el domingo 26 de octubre, puso el broche de oro al “jubileo de la sinodalidad”. Para exponer su contenido puede hacerse en los siguientes puntos.

1. Esta celebración del jubileo con los equipos sinodales y los órganos de participación, dijo el Papa, “nos invita a contemplar y a redescubrir el misterio de la Iglesia, que no es una simple institución religiosa ni se identifica con las jerarquías o con sus estructuras”. Pues la Iglesia, como ha recordado el Concilio Vaticano II, es “el signo visible de la unión entre Dios y los hombres, de su proyecto de reunirnos a todos en una única familia de hermanos y hermanas y de hacer de nosotros su pueblo, un pueblo de hijos amados, todos unidos en el único abrazo de su amor” (la Iglesia como “sacramento”, y como pueblo y familia de Dios Padre).

Sobre ese trasfondo se entiende el significado de los equipos sinodales y órganos de participación: “Estas estructuras expresan lo que ocurre en la Iglesia, donde las relaciones no responden a las lógicas del poder sino a las (lógicas) del amor”. Las lógicas de poder son lógicas “mundanas”, mientras que las lógicas del amor ponen por delante “la vida espiritual, que nos hace descubrir que todos somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, llamados a servirnos los unos a los otros”.

Por tanto, lo primero es el amor: “La regla suprema en la Iglesia es el amor. Nadie está llamado a mandar, todos lo son a servir; nadie debe imponer las propias ideas, todos deben escucharse recíprocamente; sin excluir a nadie, todos estamos llamados a participar; ninguno posee la verdad toda entera, todos la debemos buscar con humildad, y juntos”.


Caminar “juntos”

2. Ser sinodales es “caminar juntos”. Esto significa lo que recoge León XIV tomándolo del Papa Francisco: ”Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios” (Mensaje de Cuaresma, 25-II-2025).

El fariseo y el publicano caminaban, pero no juntos. Estaban divididos y entre ellos no había ninguna comunicación. Uno ocupaba el primer lugar en el templo y el otro el último. “Ambos rezan al Padre, pero sin ser hermanos y sin compartir nada”. La actitud del fariseo es completamente egocéntrica: solo quería mirarse, justificarse y alabarse a sí mismo y menospreciar al otro.

Esta actitud, señala el Papa, puede darse también en la comunidad cristiana: “Sucede cuando el yo prevalece sobre el nosotros, generando personalismos que impiden relaciones auténticas y fraternas; cuando la pretensión de ser mejor que los demás, como hace el fariseo con el publicano, crea división y transforma la comunidad en un lugar crítico y excluyente; cuando se aprovecha del propio cargo para ejercitar el poder y ocupar espacios”.

El publicano, en cambio, destaca por la humildad: “En la Iglesia nos debemos reconocer todos necesitados de Dios y necesitados los unos de los otros, ejercitándonos en el amor mutuo, en la escucha recíproca, en la alegría de caminar juntos”. Sabiendo, como dice San Clemente de Roma, que ‘Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por encima de la grey’ (Carta a los corintios, c. XVI).


Ensanchar el espacio: colegial y acogedor

3. Pues bien, observa el sucesor de Pedro: los equipos sinodales y órganos de participación son imágenes de la Iglesia que vive en la comunión; que es invitada a la escucha y el diálogo, la fraternidad y la parresía. Y “en la Iglesia, antes de cualquier diferencia, estamos llamados a caminar juntos en busca de Dios, para revestirnos de los sentimientos de Cristo; ayúdennos a ensanchar el espacio eclesial para que este sea colegial y acogedor”.

¿Con qué finalidad? Concreta el Papa Prevost: “Esto nos ayudará a afrontar con confianza y con espíritu renovado las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia –entre unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación–, dejando que el Espíritu las transforme, para que no se conviertan en contraposiciones ideológicas y polarizaciones dañinas”. Y precisa: “No se trata de resolverlas reduciendo unas a otras, sino dejar que sean fecundadas por el Espíritu, para que se armonicen y orienten hacia un discernimiento común”.


Confianza, humildad, discernimiento

4. A este propósito, el Papa señala algunas virtudes y actitudes fundamentales, necesarias para el discernimiento sinodal, con referencia al Documento final del sínodo: “libertad interior, humildad, oración, confianza mutua, apertura a las novedades y abandono a la voluntad de Dios”. (Sin duda son actitudes que forman parte de los “sentimientos" de Cristo). También se especifica ahí que el discernimiento eclesial “no es nunca la afirmación de un punto de vista personal o de grupo, ni se resuelve en la simple suma de opiniones individuales’ (Documento final, 2024, n. 82).

Y añade León XIV: “Ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto”.

Este es el horizonte de la sinodalidad, y vale la pena citar el párrafo por entero: “Debemos soñar y construir una Iglesia humilde. Un Iglesia que no se mantiene erguida como el fariseo, triunfante y llena de sí misma, sino que se abaja para lavar los pies de la humanidad; una Iglesia que no juzga como hace el fariseo con el publicano, sino que se convierte en un lugar acogedor para todos y para cada uno; una Iglesia que no se cierra en sí misma, sino que permanece a la escucha de Dios para poder, al mismo tiempo, escuchar a todos”.

Confianza, discernimiento y humildad: estas son las pistas que León XIV señala para la sinodalidad: “Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, totalmente ministerial, totalmente atraída por Cristo y por lo tanto dedicada al servicio del mundo”.

viernes, 10 de octubre de 2025

El amor a los pobres, exigencia de la vida cristiana

Ante la exhortación apostólica “Dilexi te” (4-X-2025) alguien podría preguntarse: ¿por qué ahora un documento sobre los pobres? ¿Qué tiene que ver eso con la santidad como meta de la vida cristiana? ¿No es lo más importante la oración y los sacramentos? O por otra parte ¿no sería suficiente con insistir en que el cristianismo implica un compromiso social? En definitiva, ¿qué lugar deben ocupar los pobres y los necesitados en la Iglesia y en la vida cristiana?

Lo cierto es que el Papa León XIV ha demostrado ser “integrador” de los diversos aspectos de la vida cristiana, buscador de la unidad y de la coherencia. Pero de ningún modo relativizador, sino al revés, incisivo y profundo, sabiendo mostrar las exigencias de la verdad cristiana, aunque, ciertamente no se puede hablar de todo al mismo tiempo.

La exhortación apostólica Dilexi te, “te he amado” es el primer documento largo de León XIV. En su título recoge palabras que Cristo dirige, en el libro del Apocalipsis (3, 9), a una comunidad cristiana poco relevante y expuesta al desprecio. El texto se centra en el amor hacia los pobres. Se trata de un aspecto de la fe y de la vida cristiana que ha ido cobrando progresivamente importancia en el magisterio de la Iglesia sobre todo a partir del Concilio Vaticano II (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2443-2449).

La presentación vincula el tema de este documento con la encíclica Dilexit nos (2024) del Papa Francisco sobre el amor divino y humano de Cristo, pues contemplar el amor de Cristo, en palabras de esa encíclica, “nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás, nos hace fuertes para participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor”.


El amor a los necesitados, camino de santificación

El Papa Prevost señala que el documento retoma un texto preparado por Francisco sobre los pobres y necesitados, “imaginando que Cristo se dirigiera a cada uno de ellos diciendo: no tienes poder ni fuerza, pero ‘yo te he amado’”. Declara compartir el deseo del Papa anterior “de que todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres” (3). Así queda enunciado el objetivo principal del documento: proponer este “camino de santificación” de fuerte raigambre evangélica: reconocer a Cristo en los necesitados para configurarse con Cristo, en lo que consiste la santidad.

miércoles, 1 de octubre de 2025

La Pascua de Jesús, fuente viva de esperanza

Icono de la Anástasis (Resurrección)

Dentro de la catequesis del Año Jubilar 2025, cuyo título es Jesucristo nuestra esperanza, León XIV ha dedicado las últimas semanas a la Pascua de Jesús. Es decir, a los acontecimientos que tuvieron lugar en torno a su pasión, muerte y resurrección.

¿Qué lugar ocupa en nuestra vida la entrega de Jesús por nosotros? ¿La consideramos como un hecho del pasado, sin conexión con nuestro presente y nuestro futuro? La fe cristiana nos asegura que se trata de algo central, lleno de implicaciones para nuestra vida personal, social y eclesial. 


Preparar el encuentro con Dios y con los demás

El primero de estos miércoles (cfr. Audiencia general, 6-VIII-2025)el Papa se centró en la palabra preparar. “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?” (Mc 14, 12). En realidad, todo estaba preparado de antemano por Jesús: “La Pascua, que los discípulos deben preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús”.

Al mismo tiempo, él pide a sus amigos que hagan su parte: “La gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda”.

Por tanto, tenemos, también nosotros, que preparar esa cena. No se trata solamente, advierte el sucesor de Pedro, de la liturgia o de la Eucaristía (que significa “acción de gracias”), sino de“nuestra disponibilidad para entrar en un gesto que nos supera”.

“La Eucaristía –observa León XIV– no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias”.

De ahí la interpelación: “Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy ‘preparar’?”.

Algunas sugerencias: “Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto”.

Leer el texto completo (enlace a la web de "Omnes")


domingo, 7 de septiembre de 2025

Los fundamentos de la formación

Romano Guardini fue un gran pensador y educador. En su obra se esfuerza por señalar los fundamentos antropológicos y éticos de la formación en general, y también de la formación cristiana (*).

Entiende que lo propio de la tarea educativa, y por tanto de la ciencia pedagógica es ayudar en la dinámica humana del llegar a ser (o devenir). Y hacerlo desde la propia identidad y en relación con lo que no soy (todo lo que hay frente a mí: las personas, el mundo y sobre todo Dios), para convertirlo, poniendo en juego mi libertad, en contenido de mi vida. 

Hay por tanto "dos dialécticas" o dos tensiones en el hacerse vivo del hombre. Una primera, que tira desde la persona, y que consiste en que "la mismidad del individuo que se hace está tensada desde la propia posibilidad hacia la propia realidad". Es decir, un llegar a ser a partir de sí mismo. Y una segunda que tira desde la vida exterior, de modo que arrastra al individuo hacia la realidad que está frente a él: "Solo puedo realizarme vivamente a mi mismo si voy más allá de mí mismo hacia lo que no soy, hacia el ser frente a mí: hacia las cosas, hacia las personas, hacia las ideas, hacia las obras y tareas". 

Pues bien, afirma Guardini: “En esta doble dialéctica y en sus direcciones de movimiento, se basa todo el impulso formativo”. Se trata de fomentar el “tránsito de lo viviente posible a lo viviente real”. La formación debe ayudar a que la persona se sitúe de modo dinámico y realista, y vaya madurando entre esas dos tensiones.

Crítica este autor tres concepciones insuficientes de la formación, que han atravesado la historia humana, pero son insuficientes de por sí: 1) el centrarse en el puro conocimiento (pues este no garantiza la sabiduría, y tiende a abandonar la vida real); 2) el buscar la pura ética o el valor moral (lo que es empobrecedor porque inhibe la plenitud humana y cultural); 3) el fomentar solo la plenitud natural, biológica y estética (lo que pude caer en lo infrahumano). 

A estas concepciones y a otras de tipo social, económico o político les falta, según Guardini, lo específicamente pedagógico. Pues, como en otros seres, lo propio del hombre es la configuración de su propio ser, la forma que le corresponde. Y lo demás está incluido en esto.


Dos dimensiones y dos “pedagogías”: identidad y servicio

En esta estructura propia de la persona humana, destaca Guardini dos dimensiones o componentes, que se corresponden respectivamente con las dos dialécticas señaladas más arriba: el elemento inmanente (que le lleva a perfeccionarse a sí misma desde sus propias estructuras) y el elemento trascendente (que le lleva a perfeccionarse saliendo de sí misma hacia el mundo exterior y hacia Dios).

El elemento imanente, a su vez, está constituido por la tensión entre dos polos: la forma humana esencial y la plenitud o movimiento existencial.

La forma humana contiene tanto lo biológico y lo psíquico como lo espiritual: la conciencia, la libertad, la iniciativa, la decisión y la acción; y está abierta a los demás, al mundo y a Dios. La plenitud de esta forma está en la vida de la gracia, que le otorga una semejanza con el ser divino. Para Guardini la forma del hombre constituye el primer fundamento de lo pedagógico.

Pero no debe entenderse esta “forma” según un canon abstracto, una norma universal establecida a priori, y en todo caso separada de las situaciones concretas en que se encuentra la persona. Si se entendiera así, una pedagogía centrada en la forma humana destruiría la auténticamente humano, e incluso podría hacer de esa idea o valor abstracto algo así como un dios.

Tampoco cabe suprimir la forma y quedarse solo con las situaciones concretas, en una perspectiva “actualista” (lo propio humano sería simplemente enfrentarse sucesivamente con las acciones aisladas) o existencialista; pues esto no tiene en cuenta que la persona pide una continuidad en el ser y en el hacer; y también esto puede llevar a un sentido trágico de la existencia.

Precisamente lo propio de la pedagogía es comprender y trabajar ayudando a la persona a situarse en la intersección entre esos dos polos: forma y movimiento, identidad (abierta a la libertad) y desarrollo (siempre desde la posesión de sí misma, mediante el encuentro, el diálogo, la amistad, el trabajo, etc). Subraya Guardini que la formación (la ayuda para lograr a llegar a la plenitud de la forma) no debe dirigirse a configurar la persona según una forma subjetivista o egocéntrica, sino abierta a lo “objetivo”, es decir,  a la relación y comunión con los demás, con Dios y con el mundo. Y con ello tenemos el elemento trascendente de la pedagogía.

Por eso la “pedagogía de la identidad” debe ir unida a una "pedaogía del servicio" que comienza por la aceptación de sí mismo, de las personas y de las cosas no como uno las considere o valore subjetivamente, sino en sí mismas (según sus leyes y valores reales y objetivos); y continúa por el servicio a las necesidades, peticiones y valores del “objeto”, constituido por la realidad que no es ella misma.


Riesgos o límites de estas “pedagogías”

Tambien cada una de esas “pedagogías” tiene sus riesgos o límites. La pedagogía de la inmanencia o de la identidad “tiene el peligro de empobrecer a la persona, encerrarla en sí misma. Por eso necesita como contrapartida la otra pedagogía de la aceptación y del servicio . Y así podrá desarrollar las “virtudes del carácter”: disciplina, diligencia, fidelidad, responsabilidad, fiabilidad, justicia, sensatez y mesura; y más de fondo, el auténtico hacerse a sí mismo, que solo puede realizarse por la auténtica entrega al "tú".

En cuanto a la pedagogía de la trascendencia o del servicio, tiene el límite relacionado con el orden que me impida caer en el caos, al relacionarme con las cosas, perjudicando mi identidad. Esto se puede resolver teniendo en cuenta el contrapunto de la otra dimensión: la pedagogía de la identidad constituida por el juego entre forma y movimiento o plenitud.


Orden, decisiones, discernimiento

En definitiva, para Guardini, los tres puntos de vista descritos (la forma, el movimiento y el servicio) expresan tres estructuras y posibilidades de la pedagogía que no pueden separarse porque se complementan necesariamente. La elección del orden que deben guardar en el acto pedagógico concreto puede variar, y depende de las decisiones del sujeto (de la persona o del educador) en las situaciones particulares, en determinadas temporadas, o en la relación con la vida en su conjunto. (De ahí la importancia, podríamos decir por nuestra parte, del discernimiento educativo en el educador y de que este enseñe a la persona a discernir a la hora de su actuar).

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(*) Hay sustancial acuerdo en que el ensayo del autor más acabado sobre este tema es “Fundamentación de la teoría de la formación”. Ver la traducción al castellano de Sergio Sánchez Migallón con el estudio introductorio de Rafael Fayos Febrer, Romano Guardini, Fundamentación de la teoría de la formación, Eunsa, Pamplona 2020.
         Entre la abundante bibliografía sobre su pensamiento y su actualidad, cabe citar la breve introducción de A. López Quintás, “La revitalización de un gran maestro”, en Humanitas 9 (2004) n. 34, 278-285.

martes, 2 de septiembre de 2025

Dejarse curar por Jesús


¿Por qué necesitamos dejarnos curar y contribuir a curar a los demás? Porque somos vulnerables. Sólo quien carece de experiencia o de conocimiento de sí mismo y de los otros puede desconocer esta necesidad.

Dentro del ciclo de catequesis correspondiente al Jubileo 2025 (“Jesucristo nuestra esperanza”), León XIV ha culminado, en el medio del verano, el itinerario de la vida publica de Jesús (encuentros, parábolas y curaciones), dedicando cuatro miércoles a las curaciones: Bartimeo, el paralítico de la piscina, la hemorroísa y la hija de Jairo, el sordomudo.


Bartimeo: levantarse ante Jesús que pasa y llama

En su camino a Jerusalén, Jesús se encuentra con Bartimeo, un ciego y mendigoo (cf. Audiencia general, 11-VI-2025). Su nombre significa hijo de Timeo, pero también hijo del homor o de la admiración Y ello nos sugiere que “Bartimeo –por su dramática situación, su soledad y su actitud inmóvil, como observa san Agustín– no consigue vivir lo que está llamado a ser”.

Sentado al borde del camino, Bartimeo necesita que alguien lo levante y lo ayude a salir de su situación y seguir caminando. Y para ello hace lo que sabe hacer: pedir y gritar. Es una lección para nosotros. “Si realmente deseas algo –nos propone el Papa–, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!”

De hecho, el grito de Bartimeo, “¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!” (Mc 10, 47)– se ha convertido en una oración muy conocida en la tradición oriental, que también nosotros podemos utilizar: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador”.

Bartimeo es ciego, pero, paradójicamente, ve mejor que los demás y reconoce quién es Jesús. Ante su grito, Jesús se detiene y lo llama; “porque –observa el sucesor de Pedro– no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a Él”.

martes, 8 de julio de 2025

Las parábolas y los movimientos eclesiales





Van Gogh, El sembrador al atardecer, 1888

¿Qué tienen en común las parábolas del Evangelio con los movimientos eclesiales? Pues que en ambos casos actúa el Espíritu Santo, para fomentar la conversión personal y la misión de la Iglesia.

¿Hasta qué punto nos dejamos sorprender por la predicación de Jesús en los Evangelios? ¿Somos conscientes del impulso que el Espíritu Santo está imprimiendo a la Iglesia a través de los movimientos eclesiales? Son dos preguntas que pueden centrar algunas de las enseñanzas de León XIV en estas semanas.

La actividad magisterial del Papa continúa tomando fuerza e intensidad, atendiendo a las necesidades del Pueblo de Dios y de la sociedad civil, que no son pocas. De esta manera sigue pulsando los “primeros acordes” de su pontificado, que le invitan a prodigarse en su solicitud por todos. Y todo ello en el marco del año jubilar, que convoca en Roma a fieles católicos y otras personas de diversa condición, agrupados con frecuencia según los servicios que prestan a la Iglesia y al mundo.

Presentamos aquí sus tres catequesis sobre algunas parábolas de Jesús y los discursos que León XIV ha  dirigido a los movimientos eclesiales con motivo de su participación en el Jubileo.


Las parábolas nos interpelan

Jesús desea personalizar su mensaje y por ello sus enseñanzas tienen un carácter que hoy podríamos llamar antropológico o personalista, experiencial y a la vez interpelador, para cada uno de los que le escuchaban y también hoy para nosotros.

De hecho, observa León XIV que el término parábola viene del verbo griego ”paraballein”, que significa ”lanzar delante”: “La parábola me lanza delante una palabra que me provoca y me empuja a interrogarme”.

Al mismo tiempo, es interesante que el Papa se fije en ciertos aspectos siempre sorprendentes de los pasajes del Evangelio.